Echo de menos el ruido de
las sirenas policiales a través de mi ventana,
el llanto de una
ambulancia que sube por mi calle hacia el hospital
dibuja la intermitente
figura de un árbol de luz naranja
que se estampa en mi
pared blanca y oscura por una persiana medio cerrada;
por la parte medio
abierta entra, anaranjado y oloroso, el destello del camión de la basura,
arrastran los cubos y
vuelan las bolsas que los chatarreros no han dejado deshechas.
Al rato, tres borrachos patean
los cubos y las metálicas persianas,
cinco minutos que son dos
horas cuando ya da igual dar vueltas en la cama.
Silencio… un coche que
llega, pasa, se aleja…
Parpadean ahora mis ojos
para dar paso al momento borroso que precede a todo sueño.
Escucho… ¿el teléfono?
¿el timbre? Subnormales, algún día mataremos a alguien…
Duermo.
Luz.
Despierto.
Pitido de camión marcha
atrás.
Arrastran cajas, entra el
olor a muerte de un cigarrillo por la junta mal cerrada de mi ventana.
Es lunes. El camión de
Danone que surte al supermercado me da los primeros buenos días;
los segundos me los brinda un
taladro mecánico junto con los impacientes cláxones de los rencorosos madrugadores
por obligación.
Huele a café.
Me da dolor de estómago.
¿Y si me levanto?
Mi cojín de entre las
piernas está en los pies.
Abrazo a la almohada y
espero.
Desespero.
Debería mear, pero mi forma natural de despertar me lo impide hasta dentro de unos diecinueve minutos.
¿Y si espero más?
Me aburro.
Me desespero.
Me levanto.
Tengo sueño.
M. L. K.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar!!! Cuantas más opiniones lea mejor visión del mundo tendré (o al menos eso intentaré).