domingo, 26 de febrero de 2012

En el teléfono (Sí, el capítulo 5)

-¿Dígame?

- ¿No eras tú la que decía que dejásemos de hablar como en las pelis antiguas?

-¡Ah, hola!  ¿Y bien?

-¿Bien qué?

-Tu estampóneo plan para hoy.

-¿Ya? ¿Así de repente sin preliminares ni nada?

-¡Jaja! Me gusta seguir las conversaciones donde las dejé… No sé, todas esas cortesías de preguntar por la salud, cómo va todo… todo eso me sobra.

-¿Por?

-¿No te parece una pérdida de tiempo? No sé, nos vimos la tarde de ayer mismo…

-Es verdad, pues bueno, a partir de ahora tendré la conversación más larga de toda mi vida contigo. Sin “holas” ni “hasta luegos”, pero de los “¿qué tal?” no te podrás librar.

-¿Por algún motivo en especial?

-Puede que las cosas no cambien de un día para otro mucho en cuanto a hechos, aunque hay veces que en unos días vivimos lo que parece toda una vida pero se dan pocos casos… sin embargo, el estado de las personas cambia mucho. Nuestra cabeza no deja de dar vueltas constantemente y, en cuestión de unos minutos, unas horas… puede cambiar completamente.

-Vale, me parece bien. Ni “holas” ni “hasta luegos” pero sí “¿qué tal?”. Oído cocina. Bueno, ¿y el plan?

- Espero que te guste mirar cosas con miles, millones o miles de millones de millones de años.

-¿Estamos invitados a la boda de la duquesa de Alba?

-¡Jaja! Que va, que va. He dicho miles de millones, no miles de billones…

-¡Jaja!

-¿Te viene bien que quedemos en el portal del edificio donde trabajamos?

-Perfecto. Pero me plantea una duda…

-Dime.

-¿No te importa dónde vivo?

-Sinceramente, no…

-¿No?

-No… bueno, me explico. Si me lo dijeras seguramente bajaría del coche para leer tu nombre en el buzón y, ya me dijiste que los actores no leen el nombre al interpretar un guión…

-¡Jaja! Todo sea por el bien del séptimo arte.

-Sí.

-¿Y la hora?

-Yo creo que después de cenar. Cada uno que cene en su casa y después, sobre las once paso a por ti.

-Bastante intrigante… aunque parece que hayas planeado todo, estás perdiendo la espontaneidad que te pedí…

- Ya te lo he dicho, las mentes de las personas no paran de pensar… Además, des del momento en que me pediste un plan, la estamponeidad empezó a perderse… No es culpa mía, la culpa es de la sociedad…

-¡Jaja! ¡La culpa siempre es de la sociedad!

-¡Jaja!

-Bueno, aún no me has dicho qué vamos a hacer…

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