domingo, 9 de junio de 2019

El peso del mundo

Hay veces que sentimos cargar con el peso del mundo sobre nuestros hombros. Despojados de todo cuanto tenemos y somos, miramos un suelo gris incoloro mientras ni siquiera nos vemos las puntas de los dedos. La gravedad actúa y no existe nada más. La gravedad de la situación viene de tantas cosas... y es que dicen que cada persona es un mundo y hay a quien le gusta bajarse del mundo y llevarlo a cuestas, como si fuera una condena. Aprecio y admiro la facilidad con la que podemos salir del mundo, dejar de formar parte de él y convertirlo en ese mordisco que se hace bola y nos atraganta.
Hay personas a las que no les pesa, siempre son parte del mundo y nunca se ven en la tesitura de ser dos entes diferentes: si el agua corre, ellos nadan, si el viento sopla, ellos navegan en su dirección, a algún sitio llegarán seguro. No tienen nada que cuestionar: todo está bien como está. Para ellos, pase lo que pase, el mundo siempre estará como estaba. Aprecio tanto a esta gente... ser parte de un fluir, disfrutar de esa comodidad... ¿quién no firmaría por formar parte de este grupo de privilegiados? Pero lo que cargan el mundo... Los que llevan el peso del mundo, en algún sentido, permiten que los más 'ligeros' vivan sin tener que sufrir esa separación del mundo. El peso del mundo te cambia la forma de mirar y cambia la forma en la que te ven los demás. Los que cargan el mundo nos impactan, nos sorprenden, nos atraen, nos repelen, nos asustan, los odiamos, los queremos y nos gustan. 
Una mirada curtida es la primera pista: ojos resplandecientes de emoción contenida y que solo dejarán caer una lágrima en el momento que sepan que se encuentran con alguien que comparte ese peso.
Los ligeros necesitan tenerlos, tenernos, identificados porque en algún momento habrán de acercarse o alejarse de ellos; saben que son necesarios y que sin ellos no funcionaría el mundo.
Resulta tan triste y tranquilizante a la vez pensar en que hay quien vivirá fugazmente sin sentir ese peso... porque eternamente solo se vive cuando llevas sobre tus espaldas esa esfera ovalada que te araña los brazos y el cuello con sus tormentas, picos, árboles y mares cuando orbita sobre ti mientras lo llevas a un lugar que no sabes dónde está porque no alzas la vista del suelo. Y me da rabia, me da rabia porque creo que no hay pena más dura. Y no nos damos cuenta de que es una condena autoimpuesta y, si empezamos a notarlo, es casi peor porque, admitámoslo, todos queremos ser únicos, pero a la vez formar parte de algo. No se puede ser solo, es una mentira; intentadlo. Mejor no, no lo intentéis, os lo ahorro, porque los que son solos, acaban por cargar con el peso del mundo y dejan de formar parte de él.
Personas, personas. Sí, en plural, hasta quienes cargan el mundo acaban por formar un grupo... pero un grupo de elementos aislados... 3, 19, 2014, 5 000 000... trillones de personas sintiendo que cargan el peso del mundo: eso sí, de distintos mundos, cada uno el suyo. No sois personas, no sois. ¿Somos dioses? Solo a ellos les corresponde cargar con el peso del mundo. Tenemos la manía de ser el centro del universo –del nuestro (y si podemos del de otros)–, de ocuparnos de asuntos que no nos corresponden, de crear problemas, futuras preocupaciones... de intentar prever el futuro, de recordar el pasado y de sentir bien el angustioso peso del presente. Pensamos que cualquier tiempo pasado fue mejor, que cualquier tiempo futuro lo será... y el presente... el presente es y ya está, ¿lo dejamos pasar? Nos preocupa el mañana y el ayer y ni siquiera nos damos cuenta de que el agua moja cuando empieza a llover. 
Los ligeros se mojan si llueve, corren en busca de un portal mientras se tapan la cabeza con la chaqueta; y en el portal, empapados, se miran y dicen que llueve y que están mojados, mejor aún, se ríen y bromean sobre si el próximo trueno caerá sobre ellos o sobre los que se refugian en el portal de enfrente. ¿Os imagináis a alguien riendo solo? Solo, sin nadie ni motivo aparente. Es desconcertante. Daos cuenta, los que llevan el peso del mundo no se ríen habitualmente, se alimentan de risas ajenas y os aseguro que eso les quita un peso de encima.
El gran problema y la enorme contradicción se da en la división de la persona y el mundo, necesaria para poder echártelo a la espalda. Creemos que se puede y es mentira. Sacamos primero un pie, luego el otro, ya están fuera las dos piernas, pasamos el torso, un brazo, el otro, la cabeza... estamos fuera: ¡Cómo pesa! ¡Qué no se nos caiga! ¿Y dónde estoy pisando? ¿Y las nubes? Este suelo es de asfalto. Pues nada, aquí estamos, cargando el mundo... No, idiotas, no se puede. Puedes sacar el cuerpo, pero siempre se queda el corazón, idiota, idiota, ¿cómo te vas a cargar a ti mismo? No puedes ser sin formar parte. Gira la cabeza, mira por el retrovisor, ¿acaso no ves de lo que te has ido? ¿No ves que llevas el mundo? Que formas parte de él y que no vas a dejarlo por más que te pongas profundo.
Los árboles, los mares, los picos, las tormentas y tormentos no te arañan las espaldas porque te mecen, te duermen y te calman. No hay problemas, no hay peso, la única gravedad es la que tira la manzana. Idiota, formas parte de ello, déjate arrastrar y deja de cargar. Ríete, no sonrías, haz reír y no seas un hazmerreír. Disfruta, no hay peso, sé ligero.
En algún momento de nuestra vida, todos sentimos que cargamos el peso del mundo sobre nuestros hombros: es mentira, no podemos cargarnos a nosotros mismos porque nos lo cargamos todo. No hay cargas, no hay peso. Despojados de cuanto tuvimos y fuimos, solo quedarán las risas, el presente que moja y un pasado y un futuro que no están, estuvieron, estarán, pero no han de pesar más que el ahora de verdad.
Tenedlo claro, no existe la dualidad, es solo una forma de no estar, una excusa para pensar sin actuar y esa cualidad es cosa de otro mundo con el que no se puede cargar.
Hacemos el mundo, no lo podemos evitar.

miércoles, 10 de abril de 2019

No leas esto (VI)

Me leo y no son mis palabras, ni siquiera reconozco mi letra (y no tiene nada que ver el hecho de estar escribiendo en el portátil). Pero es que el tío del espejo tampoco soy yo, ni siquiera mi ombligo salido, no es el mismo, es de otra persona. Y soy una mirada, una proyección que se mira los pies por los pasillos interminables de un transbordo en el metro. Me veo los vaqueros que acaban en unas curtidas botas marrones que caminan detrás de una cola ingente de personas que suben a un ritmo ovejil las escaleras, algunos demasiado lento, otros demasiado rápido, en todo caso, nadie al mismo ritmo que alguien que no eres tú. ¿Y qué te importa ir en otra marcha si no eres tú? Pues te importa. Y no sabes quién te ha puesto el anzuelo y te tira del párpado a su gusto, que lo sientes y es molesto, pero no es tu párpado, así que... Y tu alma se quiere ir cuando te ves obligado a caminar por unas escaleras mecánicas averiadas, paradas, lo notas en cada fibra muscular, algo pasa, ¿es por qué son de metal? No lo sabes, no lo sé... no lo sabemos. Intento leer y la maldita señora de al lado no me deja salir de mí, taladrándome el oído con su opinión sobre el dentista, sus taladros y cómo lo que hacen es gastar huesos... No me dejan... no me siento yo ni me dejan sentirme otro... es tan peligroso vivir en el limbo.

No leas esto (V)

Me fascinan las cosas en estado latente. Me fascinan, simplemente me fascinan. Podemos estar tan tranquilos, esperando, buscando una solución y de repente algo, cualquier mínima cosa, nos enciende. Nos enciende, pero no una bombilla, sino algo más fuerte, más fogoso, más eléctrico, un chispazo, una llamarada. Yo no pude más y en las cenizas tuve que encontrar la solución. A veces dicen que para saber qué va a hacer alguien o cuál será su siguiente paso debemos de pensar como ese alguien. ¿Qué tiene que ver conmigo? Pues que me habían dicho demasiadas veces que buscaba a un muerto y por eso decidí morir. Bu, ¡qué miedo! Nos habla desde la ultratumba... No vayáis tan deprisa.
Las cosas latentes... ¿qué fue lo que había en mí latente? Todavía no lo sé, pero sí sé que despertó a la pequeña gran fiera que dormía en mi interior.

El miedo

Asústate. Asústate cuando tu miedo no te asuste, porque no estarás siendo sincero. No. El miedo no se vence, el miedo solo crece. Vive contigo, vives con él y lo único que no has de hacer es quedarte a solas con él. Si os quedáis solos, estás perdido. Siempre tuve un miedo atroz, un miedo atroz y recurrente, insuperable... cuánto me gustaría ser ahora un hipócrita, pero soy realista. Llega un momento en la vida en el que tienes ciertas necesidades para simplemente poder vivir. Podríamos entrar tú y yo ahora mismo en un debate sobre si esas son las necesidades para ser feliz, pero no, no hablo ya de algo tan alto, de un sueño y una alegría, no, hablo del simple hecho del combustible para poder vivir, para poder seguir vivo. No he contado ni contaré mi miedo, ello no me ayudaría, parece no hacerlo las únicas veces que lo he hecho. Y no, no penséis que si algo os da miedo eso os da derecho a contarlo y pedir que os ayuden, porque no sois la responsabilidad de nadie, solo vosotros sois responsables de vuestro propio miedo y, sin embargo, estamos tan acostumbrados a pedir ayuda... Pero nadie os puede ayudar porque siempre gana, ya os lo he dicho, la batalla está perdida. Y no, no es un mensaje desesperanzador... Pienso que el miedo no se supera, el miedo te supera, pero somos capaces de olvidarlo. Se puede olvidar el miedo por un tiempo y ahí sí que podemos decidir, podemos decidir durante cuánto tiempo, porque sabemos con qué ocuparnos para no tener tiempo para el miedo. Sí, el miedo va a estar ahí, aquí, con nosotros, pero podemos elegir no dedicarle tiempo. Hoy sé que no dedicarle tiempo al miedo es no dedicarnos tiempo a nosotros, porque el miedo forma parte de nosotros... mi única forma de combatir el miedo es estar para otros, no estar para mí, no quedarme conmigo, porque cuando me quedo conmigo pierdo. Y te vuelves loco, realmente loco. Porque el miedo siempre gana y nadie se escapa de él. ¿Qué es lo peor que puedes hacer? Escribirlo.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Rat penat

Rat penat,
que voles sense parar,
que vas a on vols anar.
Rat penat,
rei de l'obscuritat,
feliç cap per avall.
Ocuparen la nostra llar,
cap sagrat!
Rat penat,
cec i manc,
desertat,
a la llum d'una farola
trobes la llibertat. 
Cap per amunt,
rat penat,
és trista la realitat
per tu.
Rat penat,
torna,
mai t'hem oblidat.

viernes, 12 de enero de 2018

Guardadas en un cajón

Guardadas en un cajón tengo mis alas,
quemadas de acercarme al sol
mientras te buscaba.
Guardadas en un cajón tengo mis cartas,
amarillas de traición
mientras me ignorabas.
Guardadas en un cajón tengo tus bragas
mordidas por la pasión
mientras te amaba.
Guardadas en un cajón tengo tres balas,
sin pistola ni cañón
con las que dispararlas.

Guardada en un cajón se pudre mi alma.