martes, 20 de marzo de 2012

En la cafetería de la oficina (La 14 ya… ¿cuántas partes habrá?)

-¿Y ahora qué?

-No sé…

-No hay “holas” ni “hasta luegos” pero… ¿cómo seguimos esta conversación que empezamos y acordamos no acabar?

-No lo sé…

-Yo tampoco.

-¿Me vas a pedir que me quede?

-¿Serviría de algo?

-Sí, me harías sentir bastante mal.

-Entonces… sí.

-¿Qué?

-Era broma…

-¡Idiota!

-¡Jaja! ¿Ahora me insultas?

-¡Jaja! Perdón…

-Nunca pidas perdón, es una muestra de debilidad.

-¿De verdad piensas eso?

-Más o menos… ¿por?

-Requiere un gran esfuerzo y valentía pedir perdón a alguien.

-Pero es reconocer que te arrepientes de lo que has hecho…

-¿Y tú no te arrepientes de nada de lo que has hecho?

-Creo que no. Lo he estado pensando y me arrepiento de lo que no he hecho, de lo que no he dicho, de lo que no…

-Pero las personas nos equivocamos, ¿por qué no admitir los errores?

-Por eso mismo. Sé que me he equivocado, que me equivocaré y que es inevitable… ¿tiene sentido que me preocupe por eso? Simplemente pienso que debería haber hecho otra cosa pero no por ello siento o lamento lo que hice en su momento.

-Te arrepientes de lo que no has hecho…

-Sí, ya te lo he dicho y seguramente seguirá siendo así…

-…

-Nos hemos desviado un poco del asunto de que te vas.

-Ya…

-¿Y bien?

-Solo dame un abrazo, y deséame lo mejor.

-Coincido… pero que sepas que la conversación se quedará en “pausa”.

-Lo sé.

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