Hay un perro, cabizbajo, tumbado sobre un montón de tierra que crea una amarronada pequeña colina entre el denso césped. A su lado, hecha con dos palos y una cuerda de esparto, una cruz.
Hay un preso, ex recluso, tres años con compañero de celda. Ahora está en la calle, atrapado en su libertad.
Hay un bebé, a la deriva, en una cesta de mimbre que tropieza en los juncos y vuelca en el río.
Hay un mensaje en la botella, el tapón se pudre, el mensaje se borra.
Hay un náufrago, amigo de un coco, están peleados.
Hay dos pies, en unas zapatillas, un charco rojo alrededor, no tienen piernas.
Hay un reloj, de arena, formado por dunas, nunca sabe el tiempo que va a pasar.
Hay media rata, en la trampa de un ratón.
Hay una noche, interrumpida por el sol.
Hay una luz, un punto de esperanza, una vida.
Hay gotas de lluvia, riegan la tierra, crece la vida.
Hay nubes grises, que se mueven rápidas, nos despejan la vista.
Hay un lago, con dos enamorados, en paté embadurnados.
Hay una risa, una canción.
Hay un abrazo, hay muchos besos, hay alteración.
Hay una caricia, hay un te quiero.
Hay dos corazones, en un mismo caparazón, de una ninja tortuga.
Hay más canciones, hay un paseo.
Hay una abadía, hay un ayuntamiento, hay un colchón.
Hay un mismo sueño, una misma ilusión.
Hay un avión.
Hay una voz, a una hora en el futuro.
Hay un cuerpo, un corazón.
Hay un DeLorean, hay trece días.
Hay una lágrima, hay emoción.
Hay un nombre, hay una mujer.
Solo hay una, es la vida,
y eres tú, eres tú, Meritxell.
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