miércoles, 10 de abril de 2019

No leas esto (VI)

Me leo y no son mis palabras, ni siquiera reconozco mi letra (y no tiene nada que ver el hecho de estar escribiendo en el portátil). Pero es que el tío del espejo tampoco soy yo, ni siquiera mi ombligo salido, no es el mismo, es de otra persona. Y soy una mirada, una proyección que se mira los pies por los pasillos interminables de un transbordo en el metro. Me veo los vaqueros que acaban en unas curtidas botas marrones que caminan detrás de una cola ingente de personas que suben a un ritmo ovejil las escaleras, algunos demasiado lento, otros demasiado rápido, en todo caso, nadie al mismo ritmo que alguien que no eres tú. ¿Y qué te importa ir en otra marcha si no eres tú? Pues te importa. Y no sabes quién te ha puesto el anzuelo y te tira del párpado a su gusto, que lo sientes y es molesto, pero no es tu párpado, así que... Y tu alma se quiere ir cuando te ves obligado a caminar por unas escaleras mecánicas averiadas, paradas, lo notas en cada fibra muscular, algo pasa, ¿es por qué son de metal? No lo sabes, no lo sé... no lo sabemos. Intento leer y la maldita señora de al lado no me deja salir de mí, taladrándome el oído con su opinión sobre el dentista, sus taladros y cómo lo que hacen es gastar huesos... No me dejan... no me siento yo ni me dejan sentirme otro... es tan peligroso vivir en el limbo.

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