jueves, 29 de diciembre de 2011

Una noche de insomnio (o dos)

No podía dormir. Estaba nervioso. Por fin iba a verla tras meses. No paraba de pensar en cómo sería aquel reencuentro. Tenía tantas cosas que decir… Quería decirle tantas cosas… Quería contarle todo y más pero no podía. No. El reencuentro sería, muy a su pesar, sólo eso, un reencuentro de unas horas y nada más…
Finalmente, la larga noche en vela pasó y llegó el esperado momento. Todo lo que tenía pensado decirle y también lo que no tenía pensado se nubló en su mente. Se borró. El simple hecho de verla hizo que no quisiera hablar de algo en concreto,no. Quería hablar de lo que surgiera, quería disfrutar el momento tal cuál, sin más pretensiones. Aunque muy en el fondo también quería eternizar aquel efímero encuentro, alargarlo hasta el final de los tiempos y, de ese modo, todo lo que la noche anterior y durante meses había pensado, habría ido surgiendo de manera espontánea, se lo podrían haber dicho sin darse cuenta…
La noche siguiente, tras la despedida, fue otra noche en vela. Ahora pensaba en todo lo que había querido decirle y no pudo, se arrepentía de no haber aprovechado mejor el momento. Recordó el día paso a paso, momento a momento… Llegó a la conclusión de que pasaría otros tantos meses de locura, de obsesión, hasta el siguiente reencuentro y luego, todo volvería a ser igual. Lo único que le quedaba era una fe sin sentido en que las cosas cambiaran en un futuro, en que las distancias que les separaban dejaran de existir y, finalmente, pudiera dar el paso de decir todo lo que realmente quería decir, pudiera decirle que ya no quería ser su amigo que quería ser algo más… Cansado de dar vueltas a las ideas y en la cama sin encontrar la postura para dormir, se levantó, abrió la persiana y se apoyó en el alféizar de la ventana a mirar el cielo, estrellado y con una media luna preciosa….
Lo mejor que se le ocurrió fue escribir al día siguiente todo lo que le estaba pasando.

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Ella llegó a su casa. Estaba decepcionada en cierto modo. No sabía el porqué pero quizás se había imaginado un reencuentro en el que se dijeran más cosas de las que se dijeron. Estaba hecha un lío. No le podía comprender…
Se puso el pijama, cenó algo y se metió en la cama. A pesar de estar la luz apagada miró fijamente al techo e intentó recapitular todo lo ocurrido. Seguía sin comprenderlo, al recordar se dio cuenta de que había sido un día como cualquier otro de los que había pasado junto a él. Se preguntó si tal vez era eso lo que él quería. Se preguntó por qué motivo él no había dicho nada de lo que creía que tenía que decirle… Y entonces, una lágrima se deslizó sobre su mejilla, sacándola de todo ese embrollo mental y haciendo que se diera cuenta de que quería haber oído aquello que él no dijo. Sin embargo, no pensaba en la distancia, no. Sólo pensaba en sí misma y en él y cómo se había desarrollado su relación, hasta entonces, de amistad. Pero una amistad sin duda intensa y confusa.
Finalmente, se durmió.

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