El otro día, diversas situaciones me llevaron a pasar un tiempecito frecuentando un hospital (no como paciente, si fuera sido así habría escrito muchos más posts seguramente ). El caso es que, mientras esperaba, intentando no desesperarme ni ponerme nervioso, cosa que parece imposible por muy bien que lo sepamos disimular, a la habitación donde yo estaba se asomaron dos personas.
Eran dos personas adultas e iban de habitación en habitación, en el pabellón infantil. Tenían un rizado y colorido pelo, una fina tez blanca, atuendos chillones y, una nariz grande y roja, casi tanto como sus zapatos. También llevaban una especie de banjo, acompañado de una aguda voz y, como no, una gran sonrisa. Eran, como no, payasos. Se dedicaban a hacer reír tanto a niños como a familiares preocupados. Yo estaba esperando solo en la habitación a la que volverá después la persona a la que esperaba ya que, no podía estarme quieto y tranquilo en la sala de espera de quirófano, había demasiada gente y, de un modo u otro, era agobiante. Lógicamente, hice un gesto con la cabeza a los payasos que asomaban por el cristal de la puerta para que siguieran a la siguiente habitación, cosa que hicieron. No pude resistir las ganas de asomarme al pasillo. El chaval de la habitación de al lado, con ese típico y gran pijama azul que dan en los hospitales, estaba de pie, compartiendo el banjo de uno de los payasos. Sonreía y parecía olvidarse de su situación aunque sólo fuera por un momento. La verdad, era enternecedor (sí, suena muy ñoño, igual que la palabra “ñoño”, pero bueno, es lo que hay ). Simplemente me pareció admirable y me hizo sentir cierto respeto hacia aquellas personas de tan gran corazón y solidaridad con los demás. Tras ver aquella escena, bajé a la sala de espera para ver como iba la cosa.
El resultado fue sencillo y repetitivo, pronto me cansé de esperar y me volví hacia la otra habitación para despejarme. Pero antes de volver a la otra habitación, pasó algo. Una enfermera, llegó pidiendo voluntarios para donar sangre. Se lo pidió a todos los familiares y amigos que esperaban a que las personas que estaban allí salieran de los quirófanos. Nadie se ofreció. Todavía hoy me siento mal por no haberme ofrecido, de verdad lo digo. Pero también puedo comprender un poco a toda aquella gente que no fue capaz de donar sangre que otras personas necesitarán en un futuro. Entiendo que el estado anímico de aquellos que esperan que su familiar o amigo salga bien de la mesa de operaciones, no es un estado anímico alegre y que nos incite a ser generosos. Más bien al revés, es un estado de inquietud, impaciencia e inseguridad. Por ese motivo pienso que la enfermera que pedía sangre a gente en ese estado emocional tan débil, jugó un poco sucio. Pero bueno, entiendo que es algo necesario para salvar vidas y todo intento por conseguirlo es bueno. Sé que nunca leerá esto pero, ha conseguido un donante más por ahora. Siempre he leído que España es uno de los países donde más donantes hay, pues bien, que menos que participar en una de las cosas que se hacen bien en este país.
P.D.: No quiero convertir mi blog en un diario pero, escribo mi opinión o mis historias sobre lo que vivo, siento, imagino… así que me es inevitable hacer referencias a la realidad, a mi realidad. Si no os gusta, solo os puedo invitar a que me contéis vuestras historias, vuestra realidad e intentaré escribir a partir de ellas (aunque de algún modo y lógicamente, la gente que conozco pertenece a mi realidad y me puede llevar a escribir una historia, opinión, etc. … Bueno, me callo ya )
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