Últimamente estoy un poco “melancólico”, romántico, si queréis (en el sentido de sentirse nostálgico, no es que vaya regalando flores y bombones por ahí a toda chica que pasa por delante…). Todo cambia, todo fluye y, estamos asistiendo a unos cambios enormes en el mundo. Si los cambios son para mejor o peor, sinceramente, el tiempo lo dirá. Todo esta reflexión que puede parecer muy general, ha aparecido en mi cabeza mientras pensaba en los videoclubs.
Estoy seguro de que mucha gente, mayoritariamente aquella que es menor de unos diez o doce años, en su vida ha entrado en un videoclub y, seguramente, cuando crezca lo recordará como algo anecdótico. Y es que cada vez hay menos, en gran medida, debido a internet y los videoclubs online y demás. Es muy cómodo querer una película, buscarla, poner el número de tu tarjeta y alquilarla de forma digital. Nos ahorra tiempo, dinero… Pero, no nos engañemos, nunca será lo mismo que ir a un videoclub. Ese momento, en el que, una tarde, normalmente de fin de semana, que no sabes que hacer y te bajas al videoclub, a ver todas las estanterías repletas de películas, a coger las cajas de los “DVDs”, a mirar la carátula por delante y por detrás, dejas la película y sigues buscando otra… Luego ves aquella película que una vez alquilaste hace tiempo y con la que os lo pasasteis muy bien (digo pasasteis porque entonces las películas no las solíamos ver en el ordenador, solos, no, antes se veían con amigos o en familia y, era gran parte del encanto que tenía…). No sé, esa experiencia, esa sensación, es algo que nunca nos dará el teclado y la pantalla. Mucha gente no coincidirá con este punto de vista pero bueno, a mí es algo que me gustaba hacer. No lo puedo explicar mejor de lo que estoy haciendo, o quizás sí, pero ahora mismo no se me ocurre cómo. Puede que el ejemplo del videoclub no sea el mejor para expresar como todas nuestras costumbres están cambiando pero, pensemos ahora en los libros, más concretamente en los libros electrónicos. Mucha gente dice que nunca sustituirán al papel, otros dicen que acabarán con las librerías pero, no nos volvamos a engañar, el mundo está lleno de gente “romántica”, que ha vivido la experiencia de estar en una librería rodeado de papel impreso con su tan característico olor… Lo que me preocupa es que las nuevas generaciones no lleguen a experimentar estas sensaciones, que no sepan lo que es ir a un videoclub e ir mirando todas las películas para finalmente elegir una y verla en compañía, me preocupa que no vayan a una librería y se dejen llevar de un libro a otro rodeados de ese olor a papel… Me preocupa no saber hacia dónde vamos. También podría hablar del cine pero, considero que es algo diferente y me parece mucho más difícil de sustituir por una descarga de internet o por una pantalla plana en casa. Puede que sea incómodo adaptarse a los horarios, que te moleste el señor de la cabeza grande que se sienta delante o que la persona de al lado sorba muy fuerte su refresco pero, seguiremos yendo al cine por la inmediatez, por el olor a palomitas y por la compañía.
Hemos visto pues que, todo está cambiando y no sabemos si para bien o para mal yo, simplemente creo que, vamos hacia algo diferente, ni mejor ni peor, simplemente diferente, la calidad del cambio está en cómo lo mire cada uno. Cuando nos metemos en un río, salimos y nos volvemos a meter, ya no estamos en el mismo río, el agua a fluido. Nuestras células, se regeneran por completo en unos siete años así que, las personas, también cambiamos aunque no lo parezca (dentro de siete años todas las células de mi cuerpo serán nuevas, no seré el mismo). Cambios, cambios y más cambios… lo que sí que es más difícil de cambiar es nuestra mentalidad, nuestros gustos, nuestras costumbres (y menos mal, porque si no pasaríamos de unas cosas a otras sin pensarlo, y no hay que olvidar que hay muchas cosas buenas. No hay que rechazar los cambios, pero tampoco hay que abandonar lo que tenemos.). Alguien dijo una vez que vamos echando de más, lo que un día echamos de menos. Sinceramente, yo creo que es al revés, vamos echando de menos lo que un día echamos de más.
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