domingo, 22 de abril de 2012

Otro tipo con insomnio…

Había sido una noche dura, como tantas otras. Estaba cansado pero, aún así, no podía dormir. En realidad sabía el motivo pero intentaba evitar recordárselo una y otra vez. Un día, hace tiempo, alguien le dijo que si no podía dormir era porque algo le atormentaba, porque la cabeza no podía dejar de pensar y pensar, de buscar soluciones, de buscar respuestas, de buscar… simplemente de buscar porque nunca acababa encontrando nada. Él sabía que era verdad pero que, por muchos problemas o cosas que le pasaran, el motivo siempre era el mismo, ella. Lo que más le “molestaba” y agobiaba era no saber de ella, más bien, lo que ella pensaba de él. Nunca había podido hablar claro, había querido pero no veía el momento… Con el paso de los días, las semanas, los meses, se había dado cuenta que en realidad la distancia no importaba tanto como el tiempo. ¿Son ambas cosas importantes? Sin duda pero, la distancia nunca podrá ser tan importante como el tiempo. Un metro, un kilómetro, diez mil, nunca sería tan significativo como un segundo, un minuto o una hora… Lo había hablado largo y tendido con la almohada… Una vez leyó que eran algo básico en la vida, que todas las noches compartimos nuestros pensamientos con las almohadas, que ellas saben nuestros más íntimos secretos y deseos… No dudaba para nada de que si pudiera hacer que la almohada le dijera a ella la de noches que no había podido dormir por el no saber cómo le iba, la de golpes que se había llevado por la desesperación, la de momentos que se había despertado de repente en la noche gritando su nombre, la de veces que había soñado con ella y que parecía que seguiría soñando… Estaba seguro de que si la almohada hablara con ella, ella se enamoraría de él o simplemente sentiría pena y cierto “malestar” por no corresponderle… Corresponder, esa era la palabra, eso era lo que él no sabía, eso era la causa de su insomnio. En gran medida sabía que la culpa era suya porque para que te respondan tienes que preguntar pero él sabía que no podía lanzar una pregunta, que no era el momento, que el tiempo no había puesto las cosas en su sitio todavía. El tiempo otra vez, siempre era el tiempo.

Sabía que no podía preguntar o al menos eso creía. Tenía unas ganas tremendas de decir: “¿Oye, te has dado cuenta?”… Pero eso conllevaba a que ella se pudiera haber dado cuenta y a pesar de eso no hubiera dicho nada simplemente porque no sentía lo mismo. Eso realmente le habría tocado bastante, le habría llevado a una increíble lucha con la almohada, pero pensaba que si así fuera, simplemente lo asumiría lo mejor que pudiera… Él pensaba que esa era la mejor y la peor sensación que podía experimentar una persona. Pensaba que, tras 30.000 o  40.000 años de lenguaje, todavía había cosas que no podemos expresar con palabras, cosas que queremos pero no podemos y cosas que no podemos y queremos. Había demasiadas cosas inexplicables y, en cierto modo disfrutaba de esas cosas inexplicables, al igual que un niño o una niña disfruta de un truco de magia en el que no encuentra explicación… Pensó en la cantidad de historias de amor que había visto, leído y demás, todas le parecían imposibles pero le daban cierta esperanza. Veía que la vida era como una tragicomedia y, seguramente, ahora a él le tocaba vivir la parte de tragedia. Mariposas en el estómago, felicidad sin límites, atontamiento… eran síntomas típicos que describían a una persona enamorada. Él, hacía tiempo que se había dado cuenta que, quizás ese fuera el estado de una persona que ha conseguido estar con la otra pero que, el proceso anterior, el momento previo, significaba “sufrir” por la otra persona, pensar una y otra vez que será de su vida, dónde estará, con quién estará… Eso era lo que le quitaba el sueño… Pero básicamente le importaba el con quién. Siempre había visto muy falso ese momento en una película o en una novela en la que, en un triángulo amoroso, alguien renunciaba a su amada diciendo que si ella era feliz, él era feliz. Todo mentiras, ¿cómo podía ser feliz alguien a quién se lo había privado de lo más importante en su vida? ¿Cómo podía ser feliz alguien que nunca podría ser feliz? Él sabía que la felicidad dependía de estar o no estar con ella. Esto no quería decir que si finalmente nunca estaba con ella no sería feliz nunca, sabía que había más posibilidades pero, lo veía francamente difícil… La gente era rechazada constantemente, en todo lugar pero, no es lo mismo el rechazo a pasar una noche “loca” que el rechazo a pasar una vida juntos… Por el primer rechazo no pasaba nada, por el segundo había habido historias en las que la gente moría. Sí, la gente se podía morir de amor… Era algo que podía consumir a las personas y, a él, le estaba consumiendo el sueño…

Siguió traspasando pensamientos a la almohada, pensando en qué pensaría ella, pensando cuando podría volver a verla, que haría entonces, si el tiempo pondría las cosas en su sitio o, en este caso en el sitio que el quería y deseaba más que nada en el mundo. Vueltas, vueltas y más vueltas. Y otra vez la pregunta sobre cómo ella lo vería a él, pero nada, solamente sacaba más y más quebraderos de cabeza. Le habría gustado que ella llegara un día y le dijera que venga, que adelante, que comenzaran una feliz vida juntos…o que no, que lo sentía, que serían solo buenos amigos… Con esto último, el corazón le habría dado un gran vuelco pero, aun así, significaría que estaría de algún modo con ella aunque no fuera como él quería. Finalmente, se durmió pero, al par de horas se despertó más cansado que si no hubiera dormido nada, cansado física y mentalmente… No sabía que haría durante el resto del día, durante las siguientes semanas, tal vez meses… Tiempo, siempre era el tiempo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar!!! Cuantas más opiniones lea mejor visión del mundo tendré (o al menos eso intentaré).