jueves, 31 de octubre de 2013

Y esperas…

Y tienes mucho que contar, posiblemente más de lo que quieren escuchar. Eso crees. Aquella vez que paseabas y viste cómo un murciélago cazaba una palomilla, todo bajo la melancólica luz de una farola parpadeante. Pensaste que te lo guardarías como el más preciado secreto. Nunca lo contarías, era algo tuyo, no lo querías compartir, nadie en el mundo había visto aquella nocturna caza, solo tú, nadie podría volver a verlo. Simplemente ocurrió. A ti se te paró el mundo, pero para el resto siguió girando, nada había cambiado. Pero un día no puedes más, llevas demasiado tiempo con aquel recuerdo bajo llave, crece dentro de ti y, poco a poco, insiste en salir. No puedes evitar contarlo. ¿Cómo pueden no ser conscientes de lo que pasó bajó la luz de aquella farola? Tienen que saberlo, no les puede dar igual. Te ves obligado a compartirlo porque es injusto, no pueden no saberlo. Sabes que en cuanto lo sepan dejará de ser un tesoro, dejará de ser único, pero no puedes evitarlo.

Y entonces lo cuentas, lo cuentas y esperas la reacción. Esperas asombro, fascinación, dejar atónito al oyente. Pero les da igual. Su indiferencia es un veneno que accede a tu interior, contamina tu sangre y mueres un poco. ¿Cómo has sido tan estúpido? Tenías el bien más preciado de todos y ahora eres un sencillo hombrecillo intoxicado, que ha muerto en parte.

Y te prometes no volver a hacerlo. Te prometes que la próxima vez que veas a un murciélago comiéndose a una polilla no se lo dirás a nadie. Pero lo cierto es que no vuelves a ver cacería tan preciosa. Acudes cada noche a aquella farola, te quedas mirando fijamente a la intermitente bombilla, pero nada. Es verdad que ves a otro murciélago cazar a otra polilla, pero no sientes que sea algo que merezca la pena. Un maldito mamífero alimentándose, nada más. Desesperado cierras los ojos y respiras bien profundo. Sueltas el aire y con él dejas ir toda la tensión que te inunda, toda esa borrosa nube, incluso tres lágrimas se deslizan por tus mejillas, tres lágrimas que nunca más te nublarán la vista.

Y esperas. Esperas otro momento único, que puedas guardar para ti. Pero esperas también a que crezca en tu interior y tengas que contarlo, hasta que reviente. Esperas indiferencia. Esperas respirar, esperas una lágrima más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar!!! Cuantas más opiniones lea mejor visión del mundo tendré (o al menos eso intentaré).