sábado, 18 de abril de 2015

Gracias.

Y nos quitan la capa

en pleno vuelo:

nos metemos en la tormenta.

Nos arrojan, nos empujan,

no sabemos reaccionar.

Las nubes y las estrellas

ahora son truenos, centellas,

rayos y centellas.

Nuestra fuerza de repente,

siete veces menor a la de un gnomo

y un llanto seco

nos estrella.

Y siento la impotencia

y miento para que no me crean

y solo es cierto que no hay certeza,

no hay cielo claro,

solo una dura,

angustiosa,

angustiosa dura corteza

que nos revuelve el estómago

y lo más que podemos hacer

es aguantar,

aguantar esas ganas de vomitar

a la realidad,

a una realidad imperfecta,

de golpes, de zarzas,

de espinas,

sin rosas.

Ya murió la mariposa,

ya llora, desconsolada,

la princesa.

Ya susurra aquella sombra,

rastrojo que arrastra tristeza.

Y mi medicina es la ponzoña

que me mata y me envenena.

Y mis lágrimas son sucias,

ya no filtran,

no confían.

Intranquilas se desprenden,

saltan al vacío

desde mi ciega retina,

rutina diaria, rutinaria,

nos sentimos ángeles

con las alas cortadas.

Y sabemos que pudimos volar,

añoramos el cielo que contamina la realidad.

Caídos, perdidos,

bebidos, vividos, vívidos,

enjaulados, atados,

nos gastaron los suspiros…

Y se nos vuelve olvidar,

el arco friega la cuerda,

da una nota de esperanza,

de brío, de valor y brillo.

Nos tiramos de cabeza al sueño,

nuestras alas rotas pueden volar.

Y en el paredón del cielo,

nos dan, esquivamos las balas,

bailamos en la tormenta,

atormentamos la realidad,

le damos dosis de la nuestra.

Y nuestra sangre riega los campos

y nuestro vómito

es el sustrato donde crece la rosa,

nuestro aire,

el mismo donde crecen las mariposas.

La princesa ríe, alegre,

en nuestra cama.

Y me devuelve la capa,

me da las alas.

Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar!!! Cuantas más opiniones lea mejor visión del mundo tendré (o al menos eso intentaré).